Hoy una niña pequeña de un listón de mar en el cabello se paró en la cima del álamo y comenzó a cantar.
De su canción salían volando pequeños pájaros que llenan los patios y los techos.
Los pájaros se sientan en los hombros de los niños.
Las personas se enredan en las redes de los rayos y tropiezan como pájaros que recién han dejado el nido.
Las rosas enloquecieron y chapotean en el agua.
Dios mío, la luz embriagada quebrará los vidrios de las ventanas, inundará los cuartos y no dejará siquiera una sombra para que mi mamá cubra sus ojos.
Entonces sacudirá en el aire su mandil y bailará aquél baile isleño que bailaba con mi padre en su juventud – un baile que huele a mar y lanchas llenas de naranjas.
Papá hará como que olvidó el baile y sonreirá mientras haga sonar su talón en el aire.
Y nosotros atrás de ellos, niños, pájaros, flores y piedrecillas, bailaremos en el tamiz del sol cantando los días que no se pierden en la oscuridad, cuando los mayores bailan junto con los hijos el mismo baile de cada primavera.
[Sueño de un mediodía de verano, Giannis Ritsos].
Trad.: Alejandro Aguilar.