Escultura arquitectónica.
Desde los comienzos de la arquitectura en piedra, en el siglo VII a.C., el uso primordial de la escultura consistía en adornar los templos. En un edificio dórico aparece en los frontones triangulares de ambos extremos, en las metopas del friso y en el vértice y las esquinas del techo. El uso de metopas esculpidas podría haber comenzado en las colonias occidentales. El orden jónico es mucho más experimental y variado en el uso de la escultura, sobre todo al principio. Además de los frontones y el friso (por ejemplo, el tesoro de Sifnos, en Delfos), la escultura servía para adornar el tambor superior o inferior de una columna (en Éfeso y Crisa), el arquitrabe (Dídima), la sima (canalón del tejado: Éfeso) o el propio tejado, una ubicación muy del agrado de los etruscos.
Los temas también eran variados, y la relación de una escena determinada con la deidad cuyo templo adornaba no siempre era obvia. Son habituales las escenas de mitología, mientras que en el campo de las escenas de batallas parecen dominar tres temas: el enfrentamiento entre dioses y gigantes (gigantomaquia), griegos y amazonas (amazonamaquia) y lapitas y centauros (centauromaquia). En algunos templos clásicos (Partenón, Niké, Olimpia, Delfos) se observa la tendencia a mostrar una escena relativamente tranquila en el frontón oriental y una escena de batalla en el occidental.
Camp, John y Elizabeth Fisher, Exploring the World of the Ancient Greeks, Art Blume, Barcelona, 2004, pp 175,177,179.