Fragmentos de Tasos Leivaditis

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Seguido, recuerdo, los mayores, cuando era niño, hablaban sobre mi futuro. Eso pasaba regularmente en la mesa. Pero yo ni les ponía atención, escuchando un pajarito afuera en el árbol.

Tal vez por eso mi futuro demoró tanto: eran tan innumerables los pajaritos y los árboles.

[Cronodiagrama, Tasos Leivaditis]

 

Dentro de la casa había también otra casa – ahí donde mamá era aún joven y una flauta se escuchaba en la noche, como cuando guían a un ciego.

En esta casa nos habíamos quedado para siempre, mientras encendíamos la lámpara, su luz arrojaba solamente nuestras sombras aquí en el piso.

[Nuestras sombras, Tasos Leivaditis]

 

Muy pálido y agotado, Jesús se paró cerca de la tumba. «Lázaro, sal de ahí» gritó. Todos esperaban. Y el pobre muerto sintió que, aquí en la tumba donde se juega la suerte del mundo, qué podría hacer. La tierra se había perdido, cómo podría dejar sin resurrección al mundo entero…

[Dios necesita nuestra ayuda, Tasos Leivaditis]

 

– Señor, ayúdame, le digo, me pierdo.

– Pues esa es mi ayuda – que te pierdas…

¡Que seas buscado por los siglos de los siglos!

[También yo necesito la ayuda de Dios, Tasos Leivaditis]

 

Todo en la casa estaba tranquilo: el café matutino, la tristeza de la tarde, el sueño, cronologías y palabras, enfrentamientos y sueños, incluso los lutos ordenados por el tiempo o la memoria – pero mientras soplaba el viento, a veces, la cortina o caía una servilleta sin ruido al suelo, nos daba escalofrío a todos como si ocurriera, de repente, aquello que por años habíamos temido…

[El momento decisivo, Tasos Leivaditis]

 

Los niños muertos ya no tienen miedo de crecer, los senderos de los ciegos pasan, a veces, a través de nuestros sueños, mi casa estaba siempre ahí donde me detenía una palabra.

[Versos, Tasos Leivaditis]

 

A veces en la noche cuando despiertas repentinamente y te sientas en la orilla de la cama, indefenso como siempre que despertamos, no tienes deseos ni continuación, eres un extraño en una casa extraña – tranquilidad y las historias que viviste casi fantásticas, mientras en aquello que negaste, quizá ahí se encontraba la frontera, que cada noche atravesamos en el sueño…

[Sueño, Tasos Leivaditis]

 

A menudo hablamos sobre cosas insignificantes, mientras los manzanos son los viejos soñadores en algún otro sueño y los habitantes se preguntan sobre la precoz primavera – ¿Acaso es que nadie se lo pregunta? Tantos acontecimientos, tantas aventuras, tantas cosas imprevisibles si no fuera por los ladridos nocturnos, la eternidad pasaría inadvertida.

[Dudas, Tasos Leivaditis]

 

Y cuando, después de años, llegué al cuarto, la historia había terminado desde hace tiempo y no quedó más que el reloj detenido, el techo con el ángel y pocas hojas de olvido sobre la cara de un niño.

[El fin del viaje, Tasos Leivaditis]

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