Poetas griegos surrealistas (I)
Giorgos Sarantaris
(Estambul 1908 – Atenas 1941)
Traducción: Alejandro Aguilar
He visto el cielo…
He visto el cielo con mis ojos,
con mis ojos abrí sus ojos,
con mi lengua habló.
Nos hicimos hermanos y platicamos.
Pusimos la mesa y cenamos
como si todo el tiempo estuviera frente a nosotros.
Recuerdo que el sol reía.
Que reía y lloraba, lo recuerdo.
En otro tiempo el mar…
En otro tiempo el mar nos había levantado en sus alas,
junto con él bajábamos al sueño,
junto con él pescábamos los pájaros en el aire.
En aquellos días nadábamos entre las voces y los colores.
En las tardes nos acostábamos bajo los árboles y las nubes.
En las noches despertábamos para cantar.
Era entonces el tiempo tempestad, catástrofe del mundo.
Y sólo después, silencio,
pero nosotros íbamos sin que nadie nos impidiera
esparcirnos y alegrarnos.
De los montes a las montañas nos conducía la Galaxia
y cuando faltaba el mar, estaba cerca Dios.
Sueño.
Como nube blanca
tu sombra cubre el sueño
en el paraíso difícil de encontrar donde duermo.
Escucho cómo cantas bajo el sol,
pero entre tu voz me mareo
y no veo el cielo.
La poesía.
(Prólogo)
No puedo encontrar ya, qué quiere decir poesía. Se me va la idea.
Lo sabía, pero ahora se me va. Si alguien me preguntara
en este momento, me avergonzaría. Porque estando
en el fondo seguro que la poesía es una esencia,
inmutable como la vida. Y escondo, me escondo, algo
escondo, de alguien me escondo. Cuando comienzo a volverme
loco, y me apeno.
¿Pero la poesía? Alguien será capaz de decir
a los otros, no a mí. ¡Aunque sé qué es poesía huyo!
Alma.
Conciencia, manifestación de conmoción,
te burlas de la existencia.
Los amores del tiempo
frecuentan tus paisajes,
tiemblas en las hojas del ser,
llenas el universo,
no conoces la salida,
anhelas viajes.
En tus espaldas aletea el mundo,
te baña de luz el sol.
El sueño entre los ojos.
El sueño entre los ojos canta
como si fuera el agua de la fuente,
como si fuera el pastor del cuento
que tenía barba blanca
y recogía niños para mandarlos al cielo.
Allá están ellos, antes de que él muera.
Hablo…
Hablo porque existe un cielo que me escucha.
Hablo porque hablan tus ojos
y no existe mar ni existe ahora
donde tus ojos no hablan.
Tus ojos hablan, yo bailo.
Un poco de rocío hablan y yo bailo.
Un poco de hierba pisan mis pies.
El viento, que nos escucha, sopla.
Existencia.
Existencia,
regalo en nuestra cándida esencia,
risa que graba
la noche que nos abarca.
Sobre los álamos
dejó su corona.
Trae al bosque dormido
el susurro del sueño
que a nosotros los silenciosos
despertó.
El viento y la primavera.
El viento corre entre nuestros corazones
como cielo que perdió su camino.
Árboles intentan atarle las manos,
pero en vano se esfuerzan.
El viento respira entre nuestros corazones
como ejército que se lanza a la lucha.
Le da la bienvenida la primavera en el valle,
lo saludan los aromas de la tierra.
La primavera es un virgen que conocimos
y que a todos nos besó con ánimo antes de que se lo pidiéramos.
Ahora abraza al aire y enloquece
y nos obliga a amarlo.
El poco tiempo de los pájaros.
Entre el cielo inmenso,
el poco tiempo de los pájaros.
¿Es tristeza?
¿Es dicha?
La luz viene,
elige a los pájaros.
La luz destruye.
Entre nosotros siempre uno,
aquél que conoce la juventud del cielo
y que vuela con los pájaros
entre el éter.
(24.5.1936)
Nuestro corazón.
Nuestro corazón es una ola que no rompe
en la costa. ¿Quién adivina el mar
de donde sale nuestro corazón? Pero es
nuestro corazón una ola secreta, sin espuma.
Sin hablar toca tierra. Y sin ruido sube
por el relieve de un anhelo, que no conoce
decepción y que desconoce el silencio.