Los poemas en la calle (de Nikos Xouliaros)

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Los poemas en la calle

(de Nikos Xouliaros, de "Poemas en la calle", La Palabra 147, Septiembre-Octubre, 1998)

 

Traducción: Alejandro Aguilar.

 

Me gustan los poemas que viven en la calle, fuera de los libros: esos que tiritan en las esquinas y fuman todo como una comezón, que se prenden y se apagan, durante la noche, en las luces navideñas – no en esas que se cuelgan en los árboles de la celebración, en el calor de las habitaciones, sino aquellos que enfatizan la calma de los animales degollados en los aparadores morados de las carnicerías del barrio.

 

Lo mutilado y lo solitario me gusta: los poemas-mestizos que caminan cojeando en los extremos oscuros de las avenidas: aquellos que desconocen los críticos y los educandos de Moraiti; aquellos que golpean continuamente los conductores ebrios y que dejan sin auxilio alguno en la carretera. Y los poemas-niñitos, también los amo, estos que mientras no han aprendido todavía el alfabeto, pueden, con dos de sus palabras, pegarte el alma a la pared.

 

Me gustan, otra vez, los desesperados y los sonrientes: los poemas-cómplices, aquellos que te cierran, con una señal, el ojo. Que no te hacen la plática, no te ocupan, pero continúan su camino indiferentes; los poemas-"no se trata de pedirte nada", éstos que te saludan nada más y se van, como me gustan también los otros, los felices, que prefieren los juegos de la clase y también los poemas-abuelos, porque mientras conocen las cosas buenas, lo vano de la vida quieren vivirlo.

 

No me gustan para nada los poemas-solteronas que arreglan, todo el día, los cuartos con las palabras, ni tampoco los poemas-conjunto, los decentes. No soporto tampoco los chiflados: los poemas con muchos puntos suspensivos ni tampoco los otros que consideran la naturaleza su madre y que de todo tienen nostalgia en el piso, detrás de los escritorios.

 

Me dan asco aquellos que se denominan simbólicos, los poemas con mensaje, los de palabras largas y los mutistas; los poemas-señoras con Alzheimer. Ni las grandes composiciones me gustan, los poemas-Ben Hur, esos torrentes verbales que están escritos principalmente para los críticos y representen a los instructores que se interesan por el bien del mundo.

 

Por otro lado, no puedo soportar los didácticos: los poemas-sandalia con calcetín ni los poemas-ejército cazador ni Che Guevara, mediodía en "Llavelobo".

No me gustan los sabios que están escritos por jóvenes ni los jovencitos que han sido escritos por los ancianos. Me regresan a los no ecológicos, los románticos-"nata con mucho jarabe", además de aquellos que suplican la opinión del lector.

 

Ni tampoco los míos me gustan. Me gustan solamente aquellos que se me opusieron, aquellos que no conseguí escribir nunca. Por eso también los poemas que viven fuera de los libros me gustan; aquellos que nunca se interesaron en si me gustan o no. Esos que caminan indiferentes, fuera, en la calle, con las manos en los bolsillos y me tienen, de una forma u otra, cagado.

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