Historia navideña
Michalis Ganás
(del libro Giánnena de vidrio, Kastaniotis, 1989)
Traducción: Alejandro Aguilar
Fotografía: Solitudine, Miguel Rita
Se sienta solo
y limpia su arma al lado de la chimenea.
Nadie vendrá y lo sabe,
las calles se cerraron por la nieve, como el año pasado,
como el año antepasado, otra vez es Navidad
y las bebidas se enfrían en la alacena.
El áspero aguardiente, el ouzo leche
y el vino raspa las botellas.
Ella muerta hace tres años.
Se sienta solo al lado de la chimenea,
no bebe, no fuma, no habla.
En la televisión nieva,
lo extiende tarde en el suelo y en la mesa
y en las viejas fotografías,
ojos sabios de los muertos,
que lo observan desde el futuro.
Ella muerta hace tres años
y sólo la mirada suya
viene de lo pasado.
Se acercan a media noche
y limpia su arma desde la mañana.
Cómo le digo "Feliz Navidad",
no llegan los deseos hasta aquí,
las calles están cerradas, los teléfonos sin línea,
el pensamiento se agarra de la rama de la memoria,
pero no puede en su soledad perforarla.
Una soledad que se construyó poco a poco
con todo lo material y sin palabras.
Se acercan en los amaneceres e incluso
bruñe su arma al lado de la chimenea
con movimientos lentos como si la acariciara.
Se queda el aceite en sus dedos
pero la caricia se pierde.
Recuerda escenarios de caza
con jabalíes y nieve sangrante,
antes de volverse él mismo caza
en la boca de algún cazador escondido,
que lo espere invisible
deja que lo delaten de vez en cuando
el resplandor de su cañón,
el movimiento en los madroños
y el olor de su humo denso.
Sabe bien que porta
un revólver viejo bien cargado,
lleno de plomo y pólvora negra.
Cuando decida tirarle
no tendrá tiempo otra vez de verlo
atrás de la nube de su disparo.
Si piensa en realidad en algo así,
y no lo castigo yo con estos pensamientos,
cómo se acostará y dormirá.
Digo ser el padre de su padre,
un padre al que le resultara
silencioso y malhumorado niño,
y contarle una historia
para que lo tome el sueño.
Sueño, que tomas a los niños, toma también a este padre…