Δαίδαλον.
Georgianna Kralli arroja, en esta exposición, su pintura al viento, al trazo violento, pero al mismo tiempo suave, del tiempo; arroja la naturaleza fatigada de nuestra contemporaneidad, al ser abrazado a otro, a lo pacífico de una paloma, a la libertad de las alas, matizándola con la presencia del hombre y de las artes; viento en el que todo pierde su personalidad, retratándose la postrimera esencia de algo que constantemente se ausenta.
Μικρούκθεσις.
Dimitris Bariás, con su vela encendida y su pintura llena de agradecimiento y gracia divina, trae al mundo 30 iconos bizantinos en los que encontramos desde una imagen maternal de amor, en la Virgen Glicofilusa, o del beso dulce, hasta el martirio y la infertilidad de la vida en María Egipcíaca, retratando en todo momento gracias demasiado ajenas al hombre contemporáneo, la fe y la esperanza.
La religión aquí sigue su mismo objetivo primigenio, el de conectar al hombre, no con la espiritualidad de un Dios o de unos santos, sino consigo mismo. El icono post-bizantino es, pues, un pretexto idealizante (un símbolo) del reencuentro entre los hombres.